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lunes, 21 de diciembre de 2015

Místico: es una persona que se dedica a la vida espiritual y a la contemplación de Dios, o a escribir sobre ello.

Designa un tipo de experiencia muy difícil de alcanzar en que se llega al grado máximo de unión del alma humana a lo Sagrado durante la existencia terrenal. Se da en las religiones monoteístas (Zoroastrismo= es la denominación de la religión y filosofía basada en las enseñanzas del profeta y reformador iraní Zoroastro (Zarathustra), que reconocen como divinidad a Ahura Mazda, considerado por Zoroastro como el único creador increado de todo, Judaímo= se refiere a la religión, la tradición y la cultura del pueblojudío.  Es la más antigua de las tres religiones monoteístas, las así llamadas «religiones del Libro» o «abrahómicas» (junto con el cristianismo y el islam), y la menor de ellas en número de fieles.  Del judaísmo se desglosaron, históricamente, las otras dos religiones.judaísmo, cristianismo, islam), así como en algunas politeístas (Hinduismo= es la tradición religiosa predominante del subcontinente indio, principalmente en países como India y Nepal. Con más de mil millones de fieles, es la tercera religión más extendida en el mundo, tras el crsitianismo y el islamismo, algo parecido también se muestra en religiones que más bien son filosofías, como el Budismo=, es una «doctrina filosófica y religiosa» no teísta perteneciente a la familia dhármica y, según el vedismo, de tipo nástika. Derivada del movimiento Sramana, el budismo fue fundado en la India en el siglo VI a donde se identifica con un grado máximo de perfección y conocimiento).

Misticismo: Estado de perfección religiosa que consiste en la unión o el contacto del alma con la divinidad.

El misticismo está generalmente relacionado con la santidad, y en el caso del cristianismo puede ir acompañado de manifestaciones físicas sobrenaturales denominadas milagros, como por ejemplo los estigmas y los discutidos fenómenos parapsicológicos de bilocación y percepción extrasensorial, entre otros.  Por extensión, mística designa además el conjunto de las obras literarias escritas sobre este tipo de experiencias espirituales, en cualquiera de las religiones que poseen escritura.



Así considerado este tema como la más fantástica vivencia, independientemente de que Dios exista o no, parece que debería ser la meta de todo creyente; y sin embargo vemos que no es así.  La razón de tal despropósito reside en que siempre se ha dicho que, para alcanzar ese estado íntimo de felicidad, es necesario pasar por una larga carrera de ascesis, que es lo mismo que decir esfuerzo, renuncia al mundo, virtud, austeridad, y todo eso espanta al hombre.  Así es que, la presumible recompensa de lo místico al final de ese camino tormentoso se admira, pero no se persigue ni siquiera por los creyentes. Cualquiera un poco informado algo ha oído sobre la temible noche oscura del alma, el fenómeno lacerante de desolación que acompaña a quienes se aventuran por ese camino descarnado de la ascética-mística. Pero dejemos que sea el abogado de los creyentes quien aborde este asunto.
 

Casi todo el mundo asocia el concepto de lo místico con una profusa serie de fenómenos psico-somáticos, tales como estigmatización, arrobamientos, luminosidad, levitación, bilocación, etc, a los que se considera como señales inseparables del suceso místico, creencia que agrega una tilde de asunto mágico a esta realidad. Para la Iglesia, sin embargo, esto es puramente accesorio y carece de valor. También dejaremos a Lutero que se aventure en el problema. Sin duda, Marx nos dirá que tales fenómenos son explicables sin recurrir a ninguna intervención sobrenatural, que en el hombre anidan fuerzas tan poderosas como desconocidas que pueden aflorar en cualquier situación, y que también existen fuerzas de la naturaleza aún desconocidas. Son las llamadas parapsicología animista y parapsicología trascendental.


El misticismo puede consistir solamente en una fruición interior, no acompañada necesariamente de apariciones; pero por lo general, tanto en un caso como en el otro, todo suele ocurrir a través de un iluminado que tiene visiones escatológicas, lejos del alcance de los demás. Apariciones son todas, pero las del místico están dirigidas sólo y nada más que a él, y las del vidente de una aparición, además de que no suele ser un místico y aunque solamente las vea él, están dirigidas al conjunto de los creyentes. Las primeras se producen sólo para fruición del destinatario y en las segundas hay otro fin, el de anunciar un mensaje a la comunidad.


El argumento que exponen los creyentes es muy simple. La historia de las religiones está tan repleta de fenómenos de esta hechura, son tantos y tantos los casos en que un místico ha protagonizado un suceso así ante la presencia de numerosos testigos, tantos los casos en que una aparición ha sido refrendada por efectos milagrosos en tantas personas, que, o se admite la realidad del hecho y todo su trasfondo teológico, o se niega por las bravas la veracidad de tanto testimonio y tanto milagro. Y como esta segunda postura carece de fundamento, los creyentes apuestan por ese Dios que se hace evidente por sus efectos. No es aceptable que, detrás de tantas pruebas, se pretenda buscar únicamente la sugestión, la ignorancia o la casualidad.

 

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